STELLA
rio desde que nacieron, vestirlos de distinto color. Cuando chicos, bromeando solían cam- biar de traje, para que su propia madre los vonfundiese, Este parecido mantúvose entre ¿llos hasta después de hombres por la falta de barba,
La madre, objeto de su adoración, que ha- bía quedado viuda muy joven, cuando perdió Asu úñica hermana recogió á la hijita de tres meséx que aquella dejaba, la que se crió con sub primos y se llamó María,
Todo el parecido físico ide los herma- nos, desaparecía en lo moral. Pedro era vivo, parlanchín, alegre, simpático, vehe- mente é irascible. Juan, reflexivo, silencio» so, dulce, reconcentrado, melancólico, Sus inclinaciones los llevaron por caminos diver- sos: Pedro se hizo negociante, Juan se hizo sacerdote.
El uno se casó con María, prosperó en hi- jos, y en las especulaciones á que se entrega- ha. El otro, al salir del Seminario, hízose care go del curato de una aldea.
La madre vivía feliz en el hogar de su hijo Pedro, rodeada de sus nietos, dentro del bien- estar que eu él reinaba, recordando al hijo ausente sin extrañarlo,
¿Juan había hecho tan poco ruido en la casa! No se extraña 4 una sombra, Solía ir de tarde en tarde á bautizar algún nuevo sobri- no, á pasar un día con los suyos, entre los gue estaba su gentil abijada Clemenci