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«En uno de mis viajes=había contado Gustavo 4 su hija—visité la fortaleza «San Miguel» cuyo gobernador, general francés, era mi amigo íntimo. La fortaleza servía también de presidio,

Una tarde que nos paseábamos por los jar- dines, noté 4 un viejito vestido con el traje de los condenados, menos el bonete numera- do, reemplazado por una gorra de lana ne- gra, que leía sentado en uno de los bancos, Al pasar nosotros por su lado, se levantó. sacóse la gorra que dejó al descubierto sus cabellos blancos como el algodón, y nos sa- hidó humildemente, El general se detuvo, y con el aire del más profundo respeto, le hizo el saludo militar.

Yo alcancó 4 verel título de su libro: «De la Gracia

«Voy 4 responder á la pregunta que quema tus labios, me dijo mi amigo, inmediatamen- te que nos alejamos. Te ha sorprendido mi actitud para con ese anciano, que viste el tra- je de los réprobos y lee 4 San Agustín? Nada