2 STELLA fresca y rosada de corola, cabeza muy movi- bie y muy erguida, de cabellos ondulados ne- gros y lustrosos, que su padre comparaba 4 la cabecita de los tordos que poblaban su estancia, y su figura pequeña, fina, delicada, hacíanle una elleza de gracia y de fragilidad, que despertaba una sensación de vofuptuo- sidad tierna, la voluptuosidad de poseerla para protegerla.
Esta belleza, su posición, su fortuna, la co- locaron en primera línea; fué cortejada, ad- mirada, solicitada. Divertíase ella con ese ardor lánguido que ponía en todas las cosas, pero nada la turbaba,
Una noche, en una fiesta de caridad, en la cual vendía bombones y champagne, mien- tras, vuelta de espaldas, servía una copa que esperaba solícito uno de sus adoradores, un amigo, hombre de espíritu y de mundo, le decía:
—Señorita de Maura, deseo presentarle, y él lo desea más que yo, al señor Gustavo Fussller. .. Sería una impertinencia explicar 4 usted un nombre que, desde hace un mes, ocupa la crónica, lena los diarios, es el obje- to de todas las curtosidades.
La curiosidad se manifestaba, en ese ins- tante, en todas las personas cuya proximi- dad les permitía oir la voz que pronunciaba un nombre tan brillante, y percibir la figura alta, flexible y elegante de un joven hermo- sísimo, con ojos claros y barba de Lohen-