STELLA a la naturaleza dió una tregua, y este hom bre sencillo 4 quien bastaba su dicha de pa- triarca, no as] No preveía ni desea- ba cambios en su existencia.
Las primeras palpitaciones de un nuevo ser en las entrañas de la madre, catorce años después, llenó de una sorpresa orgullosa á esos padres ya en declinación, Ingennamente religiosos, no dudaron de una intervención de la Divina Providencia, No le habían pedido durante tantos años una miña?... Y niña fué.
Una tarde el hijo mayor bajaba del caba- Mo—justamente el día que cumplía diez y ocho años—su padre que lo esperaba en el umbral, dándole un golpe en el hombro, y empujándolo hacia el interior de la casa:
—Anda á ver el regalo que te tiene tu ma- dre, le dijo con voz temblorosa y ojos que pestañaban.
Aquella, toda ruhorizada, llena de una cor- tedad, ante su hijo ya hombre, que conmoví le presentó á Ana María, que tenía cuatro ho- ras de existencia.
La niña nació débil y delicada. El temor constante de una enfermedad séria en aque- Ma distancia, convenció á don Luis que debía establecerse en Buenos Aires. Su hijo lo reem- plazó, como él había reemplazado 4su padre,
En este centro se hizo mujer. Su tipo mo- reno de ojos aterciopelados color de avellana, con grandes ojeras que los agrandaban, y pestañas que sombreaban las mejillas; boca