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296 STELLA

mos dos enemigos frente á frente, Pidamos 4aquellas dos adorables criaturas, que nos enseñen á serlo como ellas lo son, coucluyó, señalando 4 Stella y 4 la Perla que borda- ban juntas en un pequeño bastidor, mezcla- dos sus cabellos, sus cuchicheos y sus risas.

Ahora era ella la que estaba sentada y él de pie.

Admirando la hondad de la joven, que ti- raba su flecha sin veneno, daba en el blanco y curaba la herida, quiso expresárselo.

—¡Qué bondadosa, qué exquisita, qué inte- igentemente bondadosa es usted, Alex, en quien o permanece jamás «! rencor! Los me- Jores tienen malos días, los malos días de us. ted duran segundos.

No estaban alegres, volvía el malestar- veían acercarse un silencio difícil y embara; zoso; para evitarlo dijo Máximo, dirigiéndo- se 4 sus sobrinos:

—Pidan 4 mi camarada, que los lleve ma- ana á visitar mi estancia.

¡Fué una larga súplica la de ellos! Volvie- -ron á reunirse á su alrededor, abrazando las rodillas de Alex,'apretando sus manos. «Sí, Alex, sí, querés?» «¡Sí Alex, sil»

Llegó la voz de Stella

—¿Sí, Alex, llévanos! ¡Me gustaría tanto!

—Esá la estancia del «viejo tío», Alex, de ole Máximo con ua gran suavidad... Y «le gusta á Stella»; así suelen decirme 4 mi los chicos.