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18 STELLA.

abolía en ella toda noción de persona, de tiempo, de lugar; que se le obligaba á olvidar la impresión brutal, la decepción humillante de su llegada; que su pensamiento se hacía impreciso, impreciso hasta borrarse... Creía sentir el alivio de su cerebro fatigado al va- ciarse... Quedábale ahora, tan sólo, la sen- sación de un debilitamiento de su cón- fianza en los hombres, y el deseo.de un largo reposo.

Enllos brazos que la levantaban, en los la- bios que balbucientes se detenían en su frente, “reconoció á su tío Luis. Un rato permanecie- ron abrazados, ella llorando, €l haciendo es- fuerzos para no llorar. Apartóla de sí, después, para mirarla; vió los cabellos rubios, los ojos claros, la ancha frente del sabio extrangero, y como queriendo renovarle, desde aquí aba- lo, una promesa entornó los ojos y se recogió un instante,

Lajoven lo llevó junto 4 su hermana; ahí, al reconocer en la niña dormida de grandes pestañas, de cabellos obscuros, de cutis mo- reno á la hija de Ana María, estalló en so- Mozos.

Los dedos de la lluvia golpeaban apresu- rados en los vidrios de la ventana, y se oía 4 lo lejos las voces de la orquesta, que en la festa cantaban un lento vals.