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20 STELLA

— ¡Cuentera, cuentera! le dijo Adolfo, furioso de que se delatara á su íntimo Carlos.

—¡Y vos otario! contestó Julito, que se llevaba muy mal con Adolfito.

Alex corrió á separarlos; cuando volvió sonreía ya.

Máximo continuaba cómodo en su hamaca, debajo del aguaribay, enyas ramas ador- nadas de cuentas punzóes tocaban el suelo, No se sentía cómodo por dentro. Un malestar indefinido, que no quería analizar, habíale producido la manifestación de Alejandra, «mi único amigo», acentuada por la violencia de su gesto y de su expresión, y ahora, sa son- risa que parecía perdonar, lo irritaba, Menos generoso, porque era más culpable, no podía perdonar él que eila lo fuera tanto; sentíase mortificado y deprimido. £asaba por uno de esos momentos en que se desea decir algo que mortifique, para vengarse en los otros del propio descontento.

—¿Sabe que ha vuelto Monterito? Están de fiesta en la casa aunque ha vuelto mu- do..... ¿Qué opina usted de ese chico, Alex?

— Mi opinión sobre ese chico que vá á eum- plir teciuta años, ha cambiado por completo. Al principio fué detestable... él y yo sabemos porqué. Después que lo he tratado, me ha pa- recidoque vale por sí mismo, quetiene condi- ciones que serían tales sin su fortuna, que lo son á pesar de ella,