STELLA Y
—No quiero! le contestó, levantando atre- vida su cabeza de ángel rebelde.
—Veremos, .. Levántese, no me obligue á llevarla, como no le gustaría, insistió la ingle: sa impacientada.
—Está fresca!. un movi
y al decir esto, la niña hizo .nto de todo el cuerpo, que la sen- taba más Arme en su sitio,
Siguió una lucha, en que se resistía con pies y manos, gritando sin llorar. Alejandra inter- vino. Convenciéndola que su primita necesi taba descansar, prometiéndole que al día si guiente sacarían fotografías y retratarían á todo el mundo, consiguió que obedeciera.
Salieron todos seguidos de miss Mary, que cerraba lg marcha conduciendo de la mano 4 la nina indómita. Antes de desaparecer, vol- vió esta la cabeza, y preguntó otra vez con mayor curiosidad aún, señalando á su prima que le sonreía desde su camita,
—Y esa... por qué no camina, chi
Stella dormía. Alejandra sintió recién, enla quietud, el cansan sus miembros, un embotamiento en sus fa- cultades. Parecíale que tendría necesidad de grandes energías para llegar hasta la cama, 3 permaneció inmóvil en el sillón; que se