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STELLA EN A medida que ¡ban penetrándose del calor de cse tibio seno, su llanto hacíase menos desconsolado y preudían sus agudas wñitas enla tela de la bata, como preparándose á resistir si alguien pretendía sacarlos del sitio conquistado. Alex los miraba con misericor- dia, olvidada de todo lo demás por esa ínfima partícula de miseria; vinieron 4 sus labios dulces murmullos y empezó á pasar su suave mano por la suave pelusita de su lomo,

A este contacto brotó fresco, claro y abun- dante como una fuente, el recuerdo, El recuer- do de otro ser muy frágil y muy d6bil; el de otra pelusita «fina, fina como un polvo de oro», el de otro hociquito rosado que buscaba gi miendo el «seno mutritor»; el de otros ojitos que apenas podían «soportar la luz». Tuvo ante sí 4 Stella aun no formada, oyó su gritito triste de los primeros días, sintió-el frío de sus manitos sin uñas que calentaba ella día y no- che entre las suyas, y como la del recuerdo, se abrió la fuente de sus ojos, La debilidad de esas criaturas miserables que acaba de Kbrar de la muerte, que protegía del viento y del trío, que se llevaría con ella porque no ía el valor de abandonar, le representa-





tendrí bala debilidad de su criatura, que necesitaba también de ella para no perecer,

Una emoción profunda sacudió su corazón, su alma volvió á tomar su vuelo y entró en ella una gran claridad, A esa claridad distin- guió su falta para con su dulce hermana en