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202 STELLA sana de las sanas generaciones que habían vivido y muerto allí, conociendo como placer el santo amor dela familia, como ley, la san- ta ley del trabajo.

Los ojos dela abierta imaginación de Alex seguían ese trabajo dirigido por los antepa- sados de su tía, en aquel mismo sitio y en aquella misma hora matinal; veían brillar al sol el acero de las guadañas y de la hoz, mucho tiempo autes de las máquinas de agri- cultura—pasar los mansos bueyes bajo el yugo, plantarlos árboles hoy ya gigantes.

La inmensa fortuna de Máximo, y otras menores, habían sido así fabricadas: eran el resultado de aquella lenta y obscura labor.

Una visión más suave y más coqueta hízola sonreir: la de las jóvenes abuelas, con las mangas enormes, el vestido de «medio paso» y el alto peinetón que llevaban en las minia- turas que su fía le mostrara, paseándose tran- Guilas por las avenidas de álamos, que pare- cían las largas naves de una iglesia gótica, 6 sentadas muy compuestas en los bancos tos- cos del jardín

El recuerdo deesas existencias desconoci- das flotaba en el aire; su labor paciente perdu- raba en el suelo.

¿Habían latido apresurados alguna vezesos corazones? ¿Esas almas de antaño habian co- nocido la angustia, la pasión? La jncertidum- bre, el amor ardiente, habían llegado á alte- rar, á poner un conflicto en esas vidas de