STELLA
Miss Mary, á quien había visto venir co- xriendo, recorrió dos veces la fila y recibió el beso de los niños que habían nacido en sus brazos. Otro beso á Stella, su apretón de manos á miss Alex y nuevamente en marcha.
Un saludo de cortedad, que no quería ser seco, y no se atrevía á ser amable, se tuvo para Alejandra, que les hacía ahora el do- ble beneficio de ausentarse y de llevarse 4 los niños lejos de la enfermedad.
Media hora después el tren partía, Ana María, Alberto, Emilio y Rafael Palacios a: taban sus pañuelos en el andén; por las venta- villas del tren en marcha aparecían montones de cabezas y de manitos de niños que se agi- taban saludándolos también. ... hasta que se perdieron á lo lejos. .... Alex entonces de- jóse caer en un asiento bajo la presión de un sentimiento complejo de liberación y de desesperanza.
Llegaron á la noche.
Al día siguiente, después de un sueño tran- quilo, del que se veía privada hacía tiempo, saltó de su cama y abrió la ventana por la que se escurrieron los perfumes de la glicina y del jazmín, que cubrían los pilares de la ga- lería y subían hasta el techo.
Una sensación de bienestar físico experi- mentó inmediatamente, y el gran deseo de un olvido, que habría sido el hienestar moral.
Dejó dormidos á los niños y salió; eran las seis recién, Frente 4 la habitación detívose