STELLA 107 una condición al entregarlo: que fuera Stella guien lo prestara 4 mi ahijada.
¿sMe prometes una cosa antes de partir? Recordarme, Recordar que no sólo de la Perla soy padrino, que no sólo soy el «viejo tío»; que Máximo es tu paternal amigo, fuerte y fiel, con el que debes contar hoy, mañana y siempre, porque te quiere.»
Nadie extrañó el regalo, que conmovió á todos; era de Máximo á Stella... Ella no lo extrañó tampoco, pero se puso muy punzó y se bumedecieron sus ojos. Ternura, admira- ción, obsequios á montones había encontrado 4 su paso desde el día á que alcanzaba su memoria. Se raborizaba sin embargo, siem. pre. Asíla sensitiva encoge sus hojas cada vez que algo la roza.
Máximo, impresionable y vehemente en el fondo, con ua gran corazón que camina- ba con lentitud, el día que conoció á la niña, sintiólo dar pasos precipitados para acer- carse á ella. Desde entonces fué el enamo: rado de la princesa de leyenda, que era nna for.
En la casa, si se hacía alguna diferencia, entre la sobrina y los nietos, era para marla más, porque era la nieta enferma, y ella tan lo sentía así, que llamaba como los demás, á misia Carmen, abuelita.
La adoración que le habían consagrado sus primitos—pues eran sus «primitos» aunque fueran sus sobrinos—fué pasión en la exube-