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195 STELLA

ción, era la tregua, Saldría primero de la ofuscación en que vivía, y determinaría después cuál debía ser su conducta en el futuro.

Al día siguiente la nurssery, como un ca- nasto de rosas aun no abiertas, se vació en el hall, donde estaba la familia para despe- dirla. Los niños y niñas más grandes, vesti- dos con trajes marinos azules de anchos cue- llos y sombreros de hule negro, su abrigo al brazo; los más chiquitos de blanco y grandes capelinas, esperaban la hora de la partida, muy parlanchines y muy excitedos con el «viaje», aunque muy juiciosos.

Alex entraba con Emilio en momentos que un chauffeur, joven y elegante como un paje, presentaba á Stella, que se encontraba en el sofá con misia Carmen, una carta en sobre blanco inglés. La niña miró á su hermana en su asombro de recibir cartas también ella.

Alex quiso dejarle la emoción de abrirla.

—Ábrela, querida, si es para tí.

Encontró una letra gruesa y fea que no supo descifrar. Avergonzada de no saber leer lo que mo se sabía escribir, estiró el papel 4 su maestra, quien dando prueba de una gran disposición para la arqueología, leyó de co. trido la earta que decía así:

Mi astro suave y adorable, Llegó al fin el automóvil de París que mi ahijada me pidió para 'prestarlo á Stella. El fabricante puso