STELLA 180 padre—quería dar á entender, y no se pro- testó,
Cometíase así el cobarde delito del consen- timiento.
¿Quién podrá prever hasta dónde se exten= derá la pequeña nube blanca que aparece enel cielo? Dilatándose poco á poco lo ex brirá todo de su inmensa mancha obscura. Es dle esa pequeña nube que se forman las tormentas. Asíempezó para Alejandra, mo- ble, generosa y pura, la difamación social,
Nadie trató de demostrar su inocencia, Máximo, «el viejo amigo», calló como los otros,
Había estado en una de sus estancias le- janas, y volvía, justamente, en el momento en que su intervención hubiera sido salvado ra. Por dejadez, y por un temor pueril, ex- traño, pero común en hombres de su altura, de que se le creyera demasiado interesado en la cuestión, no lo hizo.
¡El valor de la palabra! ¡Qué dificil debe ser para que tan pocos lo tengan, para que falte á los más valientes! ¡Raro, difícil, santo valor, el de decir resueltamente lo que se siente y lo que se piensa, cuando ese sentir y ese pensar van contra la corriente,
Alex, acosada como el ciervo porla jauría, se parapetó en su orgullo, que de nada po- día defenderla, y al no encontrar en sí mis ma los medios de salvarse, no tuvo 4 quien volver los ojos en busca de protección,