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mn STELLA

Con una exclamación de admiración y de placer se las agradeció Alex, á quien él las ofrecía.

—He visto hace un momento, en sus ojos, el deseo de poseer una rosa del jardi, señori- ta. Sentí entonces no tener la edad en que se es bastante audaz para burlar á los guardas y robar flores ajenas. Por eso me he permitido buscar otras que ofrecerle.

— ¡Son tan bondadosos, aquí, todos ustedes conmigo! contestó ella, que fué interrumpida por Dina Nordolj, que muy cómicamente, que: ría imitar «el andaluz», para decir:

—Para mujeres y flores Buenos Aires. . No; nunca se burlarán más de mí que yo mis- ma, agregó en francés, riendo á los aplausos con que la obsequiaban los demás.

—A propósito de Andalucía, ¿no van uste- des al teatro esta noche? preguntó Montero, que estaba en la época del pensamiento Sjo. Dan en el Odeón «Las Flores» de los hermanos Quinteros.

—¡Qué interesante es el teatro de Quinte- ros! replicó Dina. ¿No van ustedes?

—No, señora, contestó Elena; no habíamos pensado.

—Voy 4 permitirme, señora, ofrecerle mí palco, se apresuró á decir Montero, dirigién. dose 4 la señora Nordolj. Es un obsequio, porque no hay, disponible, una sola localidad.

Él calculaba: «Seguramente llevará consigo 4 Alex».