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Ls STEELA

comedor y poníanse á pasear fumando y conversando, sin notarlo allí acostado en su rincón. Al rato tiraron su cigarro y se fueron otra vez, Máximo siguió pensando:

«Manuelito, á este paso, va á hacer la corte 4 toda la Escandinavia. El Ministro, el Se- Mme. Nordolj, Alejandra... Mon- tero si que está herido, y creo que mortal. mente, Isabel está en peligro...... A pesar desus manifestaciones en la mesa, no la creo... Tiene demasiado talento para no mostrarse indignada ante la acusación de una posible traición ¿Traición por qué? Manuel no es el novio de Isabel.»

Sonreía á sus pensamientos, que evocaban las palabras, escenas, miradas que había pes- cado al vuelo; manifestaciones de las peque- ñas pasiones femeninas, que empezaba 4 mo- ver el interés que Alex despertaba.

«¿Y Montana?.... Temible hijastra.... Si yo aconsejara, aconsejaría 4 Manuel Comprendo que ella aspire á conquistarlo. Muy hábil, comienza por rechazar... .. Hace muy bien: sería heroísmo condenarse 4 edu cará la Perla toda la vida........ ¡Y tener que aguantar á Carmen, la pobrecita!

Lo despejó Alberto que venía renegando,

—¡No me pescan más! ahí me han tenido toda la noche remolcando viejas.

Una de las carcajadas tan únicas de Má- ximo, le respondió,

, voy á aconsejarle á mi suegra, tan