146 STELLA men. Isabel sólo el temor de que esto redo- blara en Montero la preocupación.
Enrique se acercó.
—¿Quieres, Alex, que demos una vuelta? Soy el único que no ka bailado contigo, dijo 4 su prima, con un aire de confianza gue despertó en Máximo un recuerdo, el mismo que le hicicra un momento antes, decir: «Sin embargo...»
— Espera un momento; voy á asegurar esta Hor que me prendió Ava María, y que senti- ría mucho perder, contestó ella, aproximán- dose al espejo de una consola que estaba á su lado, para sujetar la for, que parecía una mariposa blanca extendiendo sus alas sobre el negro tul.
—¡Si viera qué antipáticos me son los es- pejos! díjole Máximo.
—No seguramente cuando reflejan cosas tan lindas, objetó galantemente Montero, afanado por terciar en la conversación.
—Siempre me son antipáticos.
—¿X por qué? preguntó Alex sin dar ion portancia á la conversación.
—Porque son traidores. ... llenos de indis- creción. Reflejan la verdad, y no es siempre linda la verdad.
Tomó ella su programa de baile, y se lo hizo mirar en el cristal: sus letras doradas aparecían invertidas en él.
—Ya ve usted que es sólo la apariencia de la verdad: Y hay siempre que desconfiar