s .. STELLA.
Una voz algo quebrada, de pronunciado acento inglés, dijo como al cuarto de hora 4 sus espaldas:
—Señorita, señorita... por aquí...
Dióse vuelta, y distinguió en la pequeña entrada de servicio, que comunicaba con el subsuelo, 'á otra mujer alta y delgada, con traje negro también.
Por primera vez, la hija de Gustavo Fuss- ller sintió clavarse en ella la uña de la hu- millación. Vaciló. Iba 4 obedecer al impulso de alejarse... .después, apretó contra su pecho 4 la niña que llevaba en brazos, y entró 4 la casa de sus tíos por la puerta de los criados.
Siguiendo siempre el acento inglés, «por aquí, señorita», «cuidado, señoritas, atra- vesó una gran cocina donde un gordo mar- mitón de patillas y gorro en la nuca, pre- paraba salsas dando órdenes con voz de trueno á sus pobres pinches; otra pieza en la que dos ayudantes lavaban fuentes y platos apresuradamente, y un largo corredor bió tres escaleras, una corta, angosta, incó- moda, de pino, dos más, amplias, de madera de nogal lustrado; recorrió una galería an- cha con piso de mosaico de colores vivos á la que daban las puertas de varias habitacio- nes, y ahí, el guía abrió una de estas á la que entraron. Tocó una llave y la Inz eléctrica iluminó de pronto un bonito dormitorio con muebles claros ingleses, tapizado de cretona verde mar con rosas té.
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