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ls y Alex pasó sin mirar siquiera al joven que ia acompañaba. Este que había enrojecido. muy pálido ahora, volvió vivamente la cabeza, y la siguió con los ojos, hasta que se perdió entre la concurrencia. Isabel notó su turbs sión primero, su distracción después, y se sorprendió, Yo sabía que el joven acababa «le reconocer en la figura distinguida de su prima, á la mujer que arreglaba flores eu la penumbra del hall.

“Se formaba un cuadro de lanceros, casi un cuadro de familia. Isabel con Rodolío Peral- ta, otro adorador, Elena con Carlos, más de- dicado á su mujer que un novio, Enrique com Clarita, María Luisa con un colega del Doc- tor, Ana María con un joven que acababan «le presentarle, Alex con Montana, lo que aumentaba el mal humor de Clara.

Ana María deslizó en el oído de su prima ¿los palabras con mucha animación, ésta hizo un gesto de asentimiento afectuoso, y colocá ronse las dos en su sitio, para los lanceros «ueiban á comenzar.

Entre una figura y otra Máximo se acercó 4 Alex, y le dijo:

—Señorita Alejandra, el señor Montero y Espinosa desea serle presentado, y solicita de usted por mi intermedio, una pieza de su pro- grama,

Distinguió ella en el presentado, que per: manecía algo detrás de Máximo, al jover «ue paseaba hacía un momento con Isabel, y