116 SUBLLA
—Elniño Enrique está en el baño, señor; dijo un sirviente 4 quien el portero había trasmitido el pedido, y tenemos orden de no anunciar sino á las personas. ...
—Vaya usted y haga lo que le he dicho, in- terrumpió el recién venido, en un tono que se bacía obedecer.
Una vez solo, recurrió con la vista el hall Allí en un tincón, en la penumbra, distin guió una figura de mujer de negro y gran delan- tal, ocupada en adornar jardineras y Ñoreros, la que le pareció rubia y juvenil, y creyendo fuera alguna gobernanta ó criada inglesa, se le ocurrió lo que 4 muchos se les ocurriría en igual caso: púsose á mirarla con insisten- cia, á caminar con paso fuerte, á toser imper- tinentemente. .. Picado por la absoluta pres- cindencia que de él se hacía, se adelantó 4 decir Qué Mores tan lindas! Desde la calle se nte su perfume, Son las lores las que per- fuman esa mano ó es esa mano Ja que per- fuma las fores?... Xo me regalaría usted una, señorita”. .. insistió. Ese clavel, justa- mente ese clavel que va usted á poner en- tre las violetas, menos fresco y precioso que sus labios. .
Alex levantó la cabeza, le cruzó la cara con una mirada que fustigaba como un látigo, y salió tranquilamente por la puerta del co- medor.
«Vaya un lujo de familia, que tiene du-