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La 1

nuestro casamiento, niñas. La víspera, que es domingo, prepararemos un lunch para los chicos, pobrecitos; al día siguiente, una misa en la Merced por la mañana, y á la noche un baile como el año pasado.

Uua ruidosa manifestación de alegría hi cieron los hijos á los padres, la que cesó exando misia Carmen demostró que quería continuar.

—Alex, es necesario que te resuelvas á asis. tir tú también, mi hijita. No es natural que hagas esta vida de encierro.

—Tieue razón mamá, interrumpieron las lilas.

—No me vayasá dar tus eternas razones del luto, continuó aquella; ya hace año y medio que murió Gustavo. No sólo por ti debes ha- cerlo, sino por nosotros también; el mundo diría que no damos el puesto debido 4 las tias de la hermana de Luis.

—Eso sería lo de menos, dijo éste mirando

4 su sobrina con tierna afectuosidad; el mun- do puede pensar lo.que quiera, siempre que Alejandra sienta que ella y su hermana son también nuestras hijas; pero no se puede con- sentir que su hermosa juventud viva en la sombra.

—Asistiré, tíos, por complacerlos.—Y su voz temblaba un poco.

Mis Mary entraba con una gran canasta, que apenas podía sostener.

Señora, son las flores de la quinta.