104 STELLA
Su risa hacía también sonreír á la joven que bajaba la escalera en ese momento, al lado de Enrique. Detuvo él con sorpresa € interés su mirada en la figura brillante que descendía con paso reposado y ligero, mode- lado su cuerpo por un traje liso de paño ne- gro, que hacía resaltar el oro de sus cabellos. Volvía 4 ver en ella, directamente ya, y en plena luz, el perfil que hacía media hora se reflejara en el espejo.
Otras miradas deteníanse en la misma con igual interés, pero en las que había una la- tente hostilidad: las de Clarita, que más perspicaz que las otras, adivinaba en la que llegaba, acompañada del hombre con quien acababa de comprometerse, una rival te- mible. .
—Máximo, nuestra sobrina Alejandra Fuss- ler; Máximo Quiroz mi hermano, presentó misia Carmen. ... Es la hija de Aua María, la hermana de Luis, te acuerdas?
Cambiaron un apretón de manos, y Alex saludaba á los demás, cuando cayó como una homba la Perla, muy colorada de sus carreras por el jardín, preguntando desde lejos:
—Es verdad padrino lo que me dijo Ana María, que me trajíste un automóvil?
—Un ferrocarril es lo que te traigo, mi lija, contestó á la niña que se trepaba sobre sus rodillas.
—No, no! quiero un automóvil para pre