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CORIOLANO

Aunque tus vestidos están rotos, se ve que cubren un noble cuerpo. ¿Cuál es tu nombre?

Coriolano.—Prepara tu ceño al enojo. ¿No me conoces todavia?

Aufidio.—No te conozco. ¿Tu nombre?

Coriolano.—Mi nombre es Cayo Marcio, el que ha hecho tanto daño á los volscos y á ti en particular. Testigo de ello es mi sobrenombre de «Coriolano»; esta fué toda la recompensa que mi ingrata patria da á los penosos servicios, los extremos peligros y la sangre que he vertido por ella, Mi sobrenombre es clara memoria del desagrado y encono que debes sentir hacia mi. Sólo me queda ese nombre. La crueldad y el odio del pueblo, tolerados por nuestros timidos nobles, quienes me han abandonado, ha devorado todo lo demás, y ha hecho que por el voto de los esclavos se me expulse ignominiosamente de Roma. Ahora bien: semejante extremidad me trae á tu hogar, no con la esperanza de salvar mi vida (no te equivoques en esto); pues si yo temiera la muerte, tú serias de todos los hombres del mundo el primero á quien habria evitado; sino porque lleno de indignación y despecho quiero desquitarme de los que me destierran; por eso me ves ante ti, Si tienes, pues, el corazón dispuesto á vengar tus propios agravios y á borrar las causas de vergúenza que se notan en tu pais, apresúrate, entra al punto en acción y haz que mi desgracia sirva á tu intento. Válete de ella para que mis servicios de venganza redunden en beneficio tuyo; porque he de combatir contra mi gangrenado país con la rabia de todos los espiritus infernales. Pero sí no te atreves, ó estás cansado de probar fortuna, entonces, yo también lo estoy de vivir de esta suerte y entrego mi garganta á tu antiguo odio. Si no la cortas, probarás que eres un necio; desde que te conozco siempre te he perseguido con