taréis contento con ser llevado como trofeo del vencedor por las calles de Roma?
Bruto.—No, Casio, no. Ni pienses tú, noble romano, que Bruto se dejaría llevar cautivo á Roma. Tiene el alma sobrado grande. Pero este mismo día debe concluir la obra principiada en los idus de Marzo, y no sé si volveremos á encontrarnos. Recibid por tanto un último adios. Adios, Casio, por siempre jamás! Si volvemos á encontrarnos ¡bien! será con una sonrisa. Si no, habremos hecho bien de despedirnos ahora.
Casio.—¡Por siempre jamás, adios, Bruto! Si volvemos á encontrarnos, ciertamente que sonreiremos. Si no, en verdad, que esta despedida habrá sido oportuna.
Bruto.—Corre á toda brida, Messala, corre, corre, y da estas órdenes á las legiones en el otro lado. Que avancen al instante porque percibo tibieza en el ala de Octavio, y un ataque repentino los derrotará. Corre, corre, Messala. Que vengan todos.
Casio.—¡Oh, mirad, Ticinio! Mirad! Los cobardes! Huyen! Yo mismo he debido volverme enemigo de los míos. Ví que retrocedía mi enseña. Maté al cobarde y la tomé de sus manos.