que vuestros mejores amigos hubieran querido verme más lejos.
César.—Entrad, buenos amigos, y bebamos juntos un poco de vino; y como buenos amigos iremos en seguida todos juntos.
Bruto.—(Aparte.) ¡Oh César! El corazón de Bruto se contrista pensando que cada apariencia no es la misma realidad.
Artemidoro.—«César, desconfía de Bruto: vigila á Casio: no te acerques á Casca: observa á Cinna: no confíes en Trebonio: nota bien á Metelio Cimber: Decio Bruto no te ama: has ofendido á Cayo Ligario: todos estos hombres tienen un mismo pensamiento, y este pensamiento es contra César. Si no eres inmortal, precávete: la seguridad abre las puertas á la conspiración. Que los poderosos dioses te amparen.
»Tu admirador
Me quedaré aquí hasta que pase César, y como uno del séquito, le daré esto. Mi corazón deplora que la virtud no pueda vivir libre de la mordedura de la envidia. Si lees esto, ¡oh César! podrás vivir. Si no, los hados se habrán conjurado con los traidores. (Sale.)
Porcia.—Corre, corre, muchacho, al palacio del Senado. No te detengas á responderme, vé al instante. ¿Á qué te detienes?