Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/353

Esta página ha sido corregida
331
DE WINDSOR.

lo que tomo como el peligro que él corre. Daría mil libras por verle sano y salvo fuera de la casa.

Sra. Page.—¡Qué disparate! Este no es tiempo de «daría esto» ni «daría aquello.» Vuestro marido llegará dentro de pocos instantes. Pensad en algún medio de transportar á vuestro amigo. Ocultarlo en la casa es imposible. ¡Oh! ¡Cómo me habéis engañado! Mirad. Aquí hay un canasto. Si él no es de una estatura desmedida, podrá agazaparse aquí. Lo cubriréis con ropas sucias como para enviar al lavado; ó si aún hay tiempo, enviadlo con vuestros criados á los lavaderos de la ciénaga de Datchet.

Sra. Ford.—Es demasiado corpulento para caber ahí.

(Vuelve á entrar Falstaff.)

Falstaff.—Dejadme ver! Dejadme ver! Probaré entrar. Sí. Entraré, entraré!

Sra. Page.—¡Qué! ¡Señor Juan Falstaff! ¿En esto han venido á parar las cartas que me habéis escrito, caballero?

Falstaff.—Es á ti á quien amo; a nadie sino á ti. Ayúdame á escapar. Déjame meterme aquí dentro. Jamás en mi vida....

(Se mete en el canasto y lo cubren con ropa sucia.)

Sra. Page.—Ayuda á tapar á tu amo, muchacho. Señora Ford, llamad á vuestros criados. ¡Desleal caballero!

Sra. Ford.—¡Hola! Juan! Roberto! ¡Juan! (Sale Robin.—Vuelven á entrar los criados.) Ea! Levantad ese canasto de ropas. Pronto! ¿Dónde está la vara en que se cuelga para llevarlo? Vamos! No hay que andar bamboleándose. Llevadlo á la lavandera en la ciénaga de Datchet. ¡Listos, listos!

(Entran Ford, Page, Caius y sir Hugh Evans.)

Ford.—Acercaos, os lo suplico. Si mis sospechas carecen de fundamento, pues bien, burlaos de mí, hacedme vuestro hazme-reir. Lo tendré bien merecido. Hola! ¿Á dónde lleváis eso?