Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/343

Esta página ha sido corregida
321
DE WINDSOR.

Slender.—¡Ah, dulce Ana Page!

Page.—Dios os guarde, buen señor Hugh.

Evans.—Él os bendiga á todos por su misericordia.

Pocofondo.—¡Qué! ¿La espada y la palabra? ¿Estudiáis una y otra, señor cura?

Page.—¿Y todavía andáis en cuerpo, como un jovencito, en un día tan crudo y reumático?

Evans.—Hay motivos y razones para ello.

Page.—Hemos venido á encontraros, señor cura, con ánima de hacer una buena acción.

Evans.—Muy bien. ¿Cuál es?

Page.—Allá hay un venerable caballero, que juzgándose ofendido por alguna persona, está en la más terrible lucha que se pueda ver con su propia gravedad y paciencia.

Pocofondo.—Ochenta y pico de años he vivido, y nunca he visto á hombre de su posición, gravedad y saber, tan celoso de su propio respeto.

Evans.—¿Quién es?

Page.—Pienso que le conocéis. Es el señor doctor Caius, el reputado médico francés.

Evans.—¡Por Dios y todos los santos del cielo! Preferiría hablar de un hervido de coles!

Page.—¿Por qué?

Evans.—Porque no sabe jota de Hipócrates y Galeno. Y además es un bribón: tan cobarde bribón, como el que más de cuantos pudiérais conocer.

Page.—Os aseguro que este es quien se batiría con él.

Slender.—¡Oh dulce Ana Page!

Pocofondo.—Así parece, por sus armas. Mantenedles separados: aquí viene el doctor Caius.

(Entran el posadero, Caius y Rugbi.)

Page.—No, señor cura: no desnudéis vuestra arma.

Pocofondo.—Ni tampoco vos, mi buen doctor.

Posadero.—Desarmadles y dejad que discutan. Así