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LAS ALEGRES COMADRES

Vaya un mozo capaz de volver la fantasía en sandez.

Ford.—Buscaré á Falstaff.

Page.—Jamás he oído á un bribón tan relamido y tan pesado.

Ford.—Si descubro esto, veremos.

Page.—Yo no daría fe á semejante charlatán, así respondiera por él el cura del pueblo.

Ford.—Hablaba como hombre de seso y de buena índole. Veremos.

Page.—¿Tú por aquí, Margarita?

Sra. Page.—¿Á dónde váis, Jorge? Escuchad.

Sra. Ford.—¿Qué ocurre, querido Frank? ¿Por qué estás melancólico?

Ford.—¡Melancólico! No: no estoy melancólico. Volved á casa, id.

Sra. Ford.—Juraría que tienes ahora alguna cavilación que te calienta el cerebro. ¿Queréis venir, señora Page?