un poco de papel, Rugbi. Y vos esperad un momento.
Aprisa.—Harto me alegro de que esté tan tranquilo. Si se hubiese impresionado mucho, ya le habríais oído poner el grito en el cielo, y con poca jovialidad. Sin embargo, haré por vuestro amo cuanto pueda; pero el sí y el no dependen de mi amo el doctor francés. Y digo mi amo, porque, ya lo véis, estoy encargada de su casa, lavo la ropa, hago el pan, preparo la comida, pongo la mesa, hago la cama, la deshago, y tengo que hacerlo todo.
Simple.—Pues debéis tener bastante peso sobre los brazos.
Aprisa.—¿No os parece? Ya veréis si es una carga pesada. Levantarse á la madrugada y acostarse tarde. Pero no obstante (os lo digo en secreto, pues no deseo que se hable de ello), mi amo en persona está enamorado de la señorita Ana Page; pero á pesar de todo, yo conozco la mente de la señorita: ella no piensa en el uno ni en el otro.