Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/311

Esta página ha sido corregida
289
DE WINDSOR.

Simple.—No, en verdad. Tiene una carita escuálida con un poquito de barba amarillenta, barba color de Caín.

Aprisa.—Hombre de espíritu apocado: ¿no es así?

Simple.—Muy cierto; pero tan apto para hacer valer sus manos como cualquiera. Se ha batido con un guarda-caza.

Aprisa.—¿Qué decís? ¡Oh, ya debería recordarlo! ¿No lleva muy erguida la cabeza y se pone tieso al caminar?

Simple.—Exactamente, así es como hace.

Aprisa.—Bien. No envíe el cielo peor fortuna á Ana Page. Decid al señor cura Evans que haré por vuestro señorito cuanto pueda. Ana es una buena doncella, y quiero.....

(Vuelve á entrar Rugbi.)

Rugbi.—Idos. ¡Ay! aquí viene mi amo.

Aprisa.—Seremos exterminados todos. Corred allí, buen joven, meteos en ese armario. (Encierra á Simple en el armario.) No permanecerá mucho rato. ¡Hola! Juan Rugbi. Juan, digo! ¡Ea, Juan! Vé á averiguar del señor. Temo que haya enfermado, pues no le veo venir á casa.

(Canta.)
Y abajo, abajo, abajo.
(Entra el doctor Caius.)

Caius.—¿Qué cantáis ahí? No me gustan estos pasatiempos. Id y traed de mi armario un boitier verr', una caja, una caja verde. ¿Oís lo que digo? Una caja verde.

Aprisa.—Sí, ciertamente, os la traeré. (Aparte.) Me alegro de que no se le ocurriera ir en persona. Á haber encontrado al joven, se habría puesto loco de ira.

Caius.—Uf! Á fe mía que hace demasiado calor. ¡Me voy á la corte. El gran negocio!

Aprisa.—¿Es esta, señor?