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ACTO V.

ESCENA I.
La misma.
Entran EL MERCADER y ANGELO.
ANGELO.

S

iento mucho, señor, haber retardado vuestra partida. Pero os protesto que la cadena le ha sido entregada por mí, aunque tenga la deshonra inconcebible de negarlo.

El mercader.—¿Cómo está considerado este hombre en la ciudad?

Angelo.—Goza de una reputación respetable, de un crédito sin límites; es muy querido; ningún ciudadano de esta ciudad es superior á él: su palabra, cuando él lo quisiera, respondería de toda mi fortuna.

El mercader.—Hablad bajo: creo que es él quien se pasea allí. (Entra Antífolo de Siracusa.)

Angelo.—Sí, es él: y lleva en su cuello esta misma cadena que por perjurio monstruoso ha jurado no haber recibido. Acercaos, señor, voy á hablarle.—(Á Antífolo.) Señor Antífolo, me asombra sobrema-