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COMEDIA DE EQUIVOCACIONES.

de una carga semejante, dando al mundo dos gemelos varones igualmente parecidos. Compré estos dos muchachos á sus padres, quienes se encontraban en extrema indigencia, y los crié para servir á mis hijos. Mi mujer, que no estaba poco orgullosa de estos dos niños, me instaba cada día para volver á nuestra patria. Consentí á pesar mío ¡ay! demasiado temprano. Nos embarcamos.—Estábamos á una legua de Epídoro, antes que la mar, siempre dócil á los vientos, nos hubiese amenazado con algún accidente trágico; pero no conservamos mucho tiempo la esperanza. La escasa claridad que nos prestaba el cielo no servía sino para mostrar á nuestras almas aterradas, el mandato dudoso de una muerte inmediata. En cuanto á mí, yo la habría abrazado con alegría, si las lágrimas incesantes de mi esposa, que lloraba de antemano la desgracia que veía venir inevitablemente, y los gemidos lastimeros de los dos niños que lloraban por imitación, ignorando lo que era de temer, no me hubiesen forzado á buscar el modo de retardar el instante fatal para ellos y para mí; y he aquí cuál fué nuestro recurso; no quedaba otro:—Los marineros buscaron su salvación en nuestro bote, y nos abandonaron dejándonos el barco ya á punto de hundirse. Mi esposa, más atenta á velar sobre mi último nacido, lo había ligado al pequeño mástil de reserva del cual se proveen los marinos para las tempestades; con él estaba ligado uno de los gemelos esclavos; y yo había tenido que hacer lo mismo con los otros dos niños. Hecho esto, mi esposa y yo con las miradas fijas en aquellos en quienes estaban fijos nuestros corazones, nos atamos á cada uno de los extremos del palo; y flotando en seguida á voluntad de las olas, fuímos llevados por ellas hacia Corinto, á lo que nosotros habíamos pensado. Al fin, el sol, mostrándose á la tierra, disipó los vapores que habían causado nuestros males; bajo la influencia benéfica de su