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COMO GUSTÉIS.

que los animales de cuernos. Pero ¿y qué? ¡Valor! Por odiosos que sean, los cuernos son necesarios. Suele decirse que muchos ricos no saben todo lo que tienen.—Exacto.—Y muchos hombres tienen buenos cuernos y nunca sabrán cuántos, ni cuáles serán los últimos. Bien: es la dote que le da la mujer; no es cosa que él mismo ha traído al matrimonio. ¿Cuernos? Ni más ni menos. ¿Y sólo para los pobres? No: no. El más noble ciervo los tiene tan desmesurados como el plebeyo. ¿Es acaso feliz por eso el soltero? No: pues así como vale más una ciudad amurallada que una aldea, así la frente del marido es más honorable que la frente desnuda del soltero; y así como es más valiosa la defensa que la impericia, así es también más precioso en igual grado tener un buen cuerno que necesitarlo. (Entra Oliverio Dañatextos.) Aquí viene el señor Oliverio Dañatextos. Mucho me alegro de veros, señor. ¿Queréis despacharnos aquí, á la sombra de este árbol, ó deberemos ir con vos á vuestra capilla?

Oliverio.—¿No hay alguien aquí para servir de padrino á la novia y entregarla?

Piedra.—No la tomara yo como dádiva de hombre alguno.

Oliverio.—Pero si no es dada la novia, el matrimonio no es legítimo.

Jaques. (Presentándose.).—Continuad: yo la daré.

Piedra.—Buenas tardes, señor de....... Cómo os llamáis? ¿Qué tal os va? Me alegro mucho de encontraros. Dios os premie por vuestra última visita. Tengo sumo placer en veros. ¿Tenéis aún esa friolera en la mano? Vamos, cubríos, os ruego.

Jaques.—¿Os queréis casar, bufón?

Piedra.—Como tienen el buey su yugo, el caballo su brida y el halcón sus cascabeles, así tiene el hombre sus deseos; y como se arrullan las palomitas, así quiere el matrimonio andar picoteando.