Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/161

Esta página ha sido corregida
145
COMO GUSTÉIS.

Jaques.—Siempre tenéis bonitas respuestas. ¿No habéis tenido amistad con esposas de joyeros, y habéis aprendido esas respuestas en las inscripciones de las sortijas?

Orlando.—Nada de eso. Os respondo como las telas pintadas, en las cuales habéis estudiado las preguntas.

Jaques.—Tenéis el ingenio muy vivo. Parece que le hubieran sacado de los piés de Atalante. ¿Queréis que nos sentemos juntos? Echaremos pestes contra nuestras amadas, el mundo y todas nuestras desdichas.

Orlando.—No murmuraré de alma viviente en el mundo, sino de mí mismo, que es en quien más defectos advierto.

Jaques.—El peor que tenéis es estar enamorado.

Orlando.—Pues no cambiaría tal defecto por la mejor de vuestras virtudes. Ya me habéis cansado.

Jaques.—Á fe mía que andaba en busca de un necio cuando dí con vos.

Orlando.—Se había ahogado en el arroyo. Si os asomáis al agua le veréis la cara.

Jaques.—Allí no veré sino la mía.

Orlando.—Pues tengo para mí que si es cara de algo es la de un tonto.

Jaques.—No gastaré más palabras con vos. ¡Adios, señor don Cupido!

Orlando.—Gracias á Dios que os váis. Adios, señor don Quejumbres.

(Sale Jaques.—Celia y Rosalinda se adelantan.)

Rosalinda.—Le hablaré como un paje impertinente, y así disfrazada le haré alguna travesura. ¿Oís?

Celia.—Bien ¿qué queréis?

Rosalinda.—¿Qué hora ha dado?

Orlando.—Deberíais preguntar qué hora es, no qué hora ha sonado. No hay reloj en el bosque.

Rosalinda.—Es decir que no hay en el bosque ningún verdadero enamorado; porque á razón de suspiro