Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/157

Esta página ha sido corregida
141
COMO GUSTÉIS.

Á la naturaleza dió el encargo
de un cuerpo en que se anidan
todas las gracias juntas y aumentadas;
por eso ella combina
la hermosa faz, no el corazón, de Helena:
la majestad altiva
de Clëopatra, el alma de Atalantoa,
de Lucrecia la esquiva
modestia; y con mil prendas quiso el cielo
juntar en Rosalinda
de corazones, rostros y miradas
la suprema valía.
Tan bellos dones quiso dar el cielo
á su obra favorita
para que siendo yo su esclavo siempre
rinda á sus piés mi vida.

Rosalinda.—¡Oh Dios de misericordia! ¡Y qué fastidiosa homilia de amor habéis hecho pesar sobre vuestros feligreses, sin daros la pena de decir siquiera: «¡Tened paciencia, buenas gentes!»

Celia.—¿Qué es esto? ¡Atrás, amigos! Pastor, retírate un poco: y tú, vete con él, bellaco.

Piedra.—Ven, pastor. Pongámonos en honrosa retirada, si no con carros y bagajes, al menos con zurrón y cayado. (Salen Corino y Piedra-de-toque.)

Celia.—¿Oiste esos versos?

Rosalinda.—Sí: todos ellos y aun más; porque algunos tenían más piés que los que el verso admite.

Celia.—Eso no importa: los versos podrán así caminar por sus piés.

Rosalinda.—Bien; pero como eran piés quebrados, el verso no podía caminar con ellos, y por esto los piés hacían que los versos anduviesen cojeando.

Celia.—¿Pero no te ha admirado el oir que tu nombre estuviese suspendido y grabado en estos árboles?