Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/106

Esta página ha sido corregida
94
COMO GUSTÉIS.

estarle sus animales en sus estercoleros como yo. Fuera de esta nada que tan liberalmente me da, su conducta parece quitarme lo poco que me dió la naturaleza. Me hace alimentar entre sus criados, me priva del lugar que corresponde á un hermano, y hace cuanto puede para que la educación mine mi buen natural. Esto es, Adam, lo que me aflige; y el espíritu de mi padre, que pienso está dentro de mí, principia á sublevarse contra esta servidumbre. No la soportaré más tiempo, aunque no conozco todavía remedio eficaz para evitarla. (Entra Oliverio.)

Adam.—Ahí viene mi señor, vuestro hermano.

Orlando.—Retírate á un lado, Adam, y oirás cómo ha de atormentarme.

Oliverio.—¡Hola, señor mío! ¿Qué hacéis aquí?

Orlando.—Nada. No se me enseña á hacer cosa alguna.

Oliverio.—¿Pues qué dañáis, entonces, señor mío?

Orlando.—Por cierto, señor, os estoy ayudando á estropear por la ociosidad una de las obras de Dios: un pobre é indigno hermano vuestro.

Oliverio.—Por cierto, empleaos mejor, y callad algún tanto.

Orlando.—¿Cuidaré vuestros cerdos, y comeré bellotas con ellos? ¿Qué herencia de hijo pródigo he consumido para tener que venir á semejante miseria?

Oliverio.—¿Sabéis, señor mío, dónde estáis?

Orlando.—¡Oh! Perfectamente. Aquí, en vuestro huerto.

Oliverio.—¿Y sabéis en presencia de quién?

Orlando.—Sí; y mejor que lo que sabe de mí aquel en cuya presencia estoy. Sé que sois mi hermano mayor, y del mismo modo la consideración de una sangre generosa debería hacerme conocer de vos. Os permite preferencia sobre mí la etiqueta que rige en las naciones, por cuanto nacisteis primero; pero la misma