Messala.—El criado de mi señor. Strato: ¿dónde está tu amo?
Strato.—Libre de la servidumbre en que estáis vos, Messala. Los vencedores no podrán hacer de él sino una pira. Bruto no se rindió sino á sí mismo, y ningún otro hombre tiene el honor de su muerte.
Lucilio.—Así es cómo debía encontrarse á Bruto. Gracias ¡oh Bruto! que has probado cómo Lucilio había dicho verdad.
Octavio.—Á cuantos han servido á Bruto mantendré en mi servicio. Mozo, ¿quieres pasar tu tiempo conmigo?
Strato.—Sí, si Messala me transfiere á vos.
Octavio.—Consentid, Messala.
Messala.—¿Cómo murió mi señor, Strato?
Strato.—Mantuve su espada y se arrojó sobre ella.
Messala.—Octavio, tomadle y que os siga, pues prestó á mi señor el último servicio.
Antonio.—Este fué el más noble romano entre todos ellos. Todos los conspiradores, excepto él, hicie-