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DE VENECIA.
BASANIO.

¡Valor, Antonio! Te juro por mi nombre, que he de dar al judío toda mi carne, y mi sangre, y mis huesos, antes que consentir que vierta una sola gota de la sangre tuya.

ANTONIO.

Soy como la res apartada en medio de un rebaño sano. La fruta podrida es siempre la primera que cae del árbol. Dejadla caer: tú, Basanio, sigue viviendo, y con eso pondrás un epitafio sobre mi sepulcro.

(Sale Nerissa, disfrazada de pasante de procurador.)
DUX.

¿Vienes de Pádua? ¿Traes algun recado del Dr. Belario?

NERISSA.

Vengo de Pádua, señor. Belario os saluda.

(Le entrega la carta.)
BASANIO.

Sylock, ¿por qué afilas tanto tu cuchillo?

SYLOCK.

Para cortar á Antonio la carne que me debe.

GRACIANO.

Ningun metal, ni áun el hierro de la segur del verdugo, te iguala en dureza, maldecido hebreo. ¿No habrá medio de amansarte?

SYLOCK.

No, por cierto, aunque mucho aguces tu entendimiento.

GRACIANO.

¡Maldicion sobre tí, infame perro! ¡Maldita sea la