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EL MERCADER
SALANIO.

¿Al asunto dices? Pues el asunto es que ha perdido un barco.

SALARINO.

¡Quiera Dios que no sea más que uno!

SALANIO.

¡Ojalá! No sea que eche á perder el demonio mis oraciones, porque aquí viene en forma de judío. (Sale Sylock). ¿Cómo estás, Sylock? ¿Qué novedades cuentan los mercaderes?

SYLOCK.

Vosotros lo sabéis. ¿Quién habia de saber mejor que vosotros la fuga de mi hija?

SALARINO.

Es verdad. Yo era amigo del sastre que hizo al pájaro las alas con que voló del nido.

SALANIO.

Y Sylock no ignoraba que el pájaro tenia ya plumas, y que es condición de las aves el echar á volar en cuanto las tienen.

SALARINO.

Por eso la condenarán.

SALANIO.

Es claro: si la juzga el demonio.

SYLOCK.

¡Ser infiel á mi carne y sangre!

SALANIO.

Más diferencia hay de su carne á la tuya que del marfil al azabache, y de su sangre á la tuya que del