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DE VENECIA.

la multitud grosera y sin juicio. Vamos á tí, arca brillante de precioso metal: «Quien me elija, alcanzará lo que merece.» Está bien, ¿qué alma bien nacida querrá obtener ninguna ventaja ni triunfar del hado, sin un mérito real? ¿A quién contentará un honor inmerecido? ¡Dichoso aquel dia en que no por subterráneas intrigas, sino por las dotes reales del alma, se consigan los honores y premios! ¡Cuántas frentes, que ahora están humilladas, se cubrirán de gloria entonces! ¡Cuántos de los que ahora dominan querrian ser entonces vasallos! ¡Qué de ignominias descubriríamos al través de la púrpura de reyes, emperadores y magnates! ¡Y cuánta honra encontraríamos soterrada en el lodo de nuestra edad! Siga la elección: «Alcanzará lo que merece.» Mérito tengo. Venga la llave, que esta caja encierra sin duda mi fortuna.

PÓRCIA.

Mucho lo habeis pensado para tan corto premio como habeis de encontrar.

EL INFANTE.

¿Qué veo? La cara de un estúpido que frunce el entrecejo y me presenta una carta. ¡Cuan diverso es su semblante del de la hermosísima Pórcia! Otra cosa aguardaban mis méritos y esperanzas! «Quien me elija, alcanzará lo que merece.» ¿Y no merezco más? ¿La cara de un imbécil? ¿Ese es el premio que yo ambicionaba? ¿Tan poco valgo?

PÓRCIA.

El juicio no es ofensa: son dos actos distintos.

EL INFANTE.

¿Y qué dice ese papel? (Lee.) «Siete veces ha pasado este metal por la llama: siete pruebas necesita el