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DE VENECIA.
EL PRÍNCIPE (abriendo el cofre).

¡Por vida del demonio! sólo encuentro una calavera, y en el hueco de sus ojos este papel: «No es oro todo lo que reluce: así dice el refran antiguo: tú verás si con razon. ¡Á cuántos ha engañado en la vida una vana exterioridad! En dorado sepulcro habitan los gusanos. Si hubieras tenido tanta discrecion y buen juicio como valor y osadía, no te hablaria de esta suerte mi hueca y apagada voz. Véte en buen hora, ya que te ha salido fria la pretension.» Sí que he quedado frio y triste. Toda mi esperanza huyó, y el fuego del amor se ha convertido en hielo. Adios, hermosa Pórcia. No puedo hablar. El desencanto me quita la voz. ¡Cuan triste se aleja el que ve marchitas sus ilusiones!

PORCIA.

¡Oh felicidad! Quiera Dios que tengan la misma suerte todos los que vengan, si son del mismo color que éste.


ESCENA VIII.

Calle en Venecia.

SALARINO y SALANIO.


SALARINO.

Ya se ha embarcado Basanio, y con él va Graciano, pero no Lorenzo.

SALANIO.

El judío se quejó al Dux, é hizo que le acompañase á registrar la nave de Basanio.

SALARINO.

Pero cuando llegaron, era tarde, y ya se habian hecho á la mar. En el puerto dijeron al Dux que poco antes habian visto en una góndola á Lorenzo y á su