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OTELO.
YAGO.

¡No lo quiera Dios! ¡Luz, luz! Yo vendaré las heridas con mi ropa. (Sale Blanca.)

BLANCA.

¿Qué pasa? ¿Qué voces son esas?

YAGO.

¿De quién son las voces?

BLANCA.

¡Casio, mi amado Casio, mi dulce Casio!

YAGO.

¡Ramera vil! Amigo Casio, ¿y ni áun sospechais quién pudo ser el agresor?

CASIO.

Lo ignoro.

GRACIANO.

¡Cuánto me duele veros así! Venia á buscaros.

YAGO.

¡Dadme una venda! Gracias. ¡Oh si yo tuviera una silla de manos, para llevarle á casa!

BLANCA.

¡Ay que pierde el sentido! ¡Casio, mi dulce Casio!

YAGO.

Amigos mios, yo tengo mis recelos de que esta jóven tiene parte no escasa en el delito. Esperad un momento. Que traigan luces, á ver si podremos conocer al muerto. ¡Amigo y paisano mio, Rodrigo! ¡No, no es! Sí, sí, ¡Rodrigo! ¡Qué suceso más extraño!