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OTELO.

ademas está agriado por los negocios políticos, y descarga en vos el peso de sus iras.

DESDÉMONA.

¡Ojalá que así fuera! Pero mi temor es...

YAGO.

Pues la causa no es otra que la que os he dicho. Podeis creerlo. (Tocan las trompetas.) ¿Ois? Ha llegado la hora del festin. Ya estarán aguardando los enviados de Venecia. No os presenteis llorando, que todo se remediará. (Vanse Emilia y Desdémona.) (Sale Rodrigo.) ¿Qué pasa, Rodrigo?

RODRIGO.

Pienso que no procedes de buena fe conmigo.

YAGO.

¿Y por qué?

RODRIGO.

No hay dia que no me engañes, y más parece que dificultas el éxito de mis planes, que no que le allanas; y á fe mia, que ya no tengo paciencia ni sufriré más, porque fuera ser necio.

YAGO.

¿Me oyes, Rodrigo?

RODRIGO.

Demasiado te he oido, porque tienes tan buenas palabras como malas obras.

YAGO.

Ese cargo es muy injusto.

RODRIGO.

Razon me sobra. He gastado cuanto tenia. Con las