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O T E L O.
YAGO.

Si tan enamorado estais de ella, á pesar de su alevosía, dejadla pecar á rienda suelta. Para vos es el mal: si os dais por contento, ¿á los demas qué nos importa?

OTELO.

Pedazos quiero hacerla. ¡Engañarme á mí!

YAGO.

¡Oh, perversa mujer!

OTELO.

¡Enamorarse de mi teniente!

YAGO.

Eso es todavía peor.

OTELO.

Búscame un veneno, Yago, para esta misma noche. No quiero hablarla, no quiero que se disculpe, porque me vencerán sus hechizos. Para esta misma noche, Yago.

YAGO.

No estoy por el veneno. Mejor es que la ahogueis sobre el mismo lecho que ha profanado.

OTELO.

¡Admirable justicia! Lo encuentro muy bien.

YAGO.

De Casio yo me encargo. Allá á las doce de la noche sabreis lo demas.

OTELO.

¡Admirable plan! ¿Pero qué trompeta es la que suena?