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OTELO.
DESDÉMONA.

¿Por qué dices eso? ¿No sabes á lo menos cuál es su alojamiento?

BUFON.

Si os lo dijera, seria una mentira.

DESDÉMONA.

¿No me dirás algo con seriedad?

BUFON.

No sé cuál es su posada, y si yo la inventara ahora, seria hospedarme yo mismo en el pecado mortal.

DESDÉMONA.

¿Podrás averiguarlo y adquirir noticias de él?

BUFON.

Preguntaré como un catequista, y os traeré las noticias que me dieren.

DESDÉMONA.

Véte á buscarle; dile que venga, porque ya he persuadido á mi esposo en favor suyo, y tengo por arreglado su negocio. (Vase.)

DESDÉMONA.

Emilia, ¿dónde habré perdido aquel pañuelo?

EMILIA.

No lo sé, señora mia.

DESDÉMONA.

Créeme. Preferiria yo haber perdido un bolsillo lleno de ducados. A fe que si el moro no fuera de alma tan generosa y noble incapaz de dar en la ceguera de los celos, bastaria esto para despertar sus sospechas.