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O T E L O.

dama que acompaña á la mujer del gobernador está ya levantada, dile que un tal Casio quiere hablarla. ¿Se lo dirás?

BUFON.

Ya está levantada, y si la encuentro, le diré lo que deseais.

CASIO.

Díselo, amigo mio. (Se va el Bufon.—Sale Yago.) Bien venido, Yago.

YAGO.

¿No os habeis acostado?

CASIO.

Era casi de dia, cuando me separé de tí. Ahora he enviado un recado á tu mujer, para que me facilite una entrevista con Desdémona.

YAGO.

Yo haré que la veas, y procuraré alejar á Otelo, para que no os interrumpa.

CASIO.

De todas veras te lo agradeceré. (Aparte.) Ni en Florencia misma he hallado hombre tan cortes y atento.

(Sale Emilia.)
EMILIA.

Buenos dias, teniente. Mucho siento el percance que os ha pasado, pero creo que al fin ha de remediarse. De ello están hablando el gobernador y su mujer. Ella os defiende mucho. Otelo replica que heristeis á una persona muy conocida en Chipre: que era forzoso el castigo, y que por eso os destituyó. Pero como es tan amigo vuestro, no tardará en devolveros el empleo, apenas haya ocasion propicia.