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O T E L O.
YAGO.
¿Qué hay de nuevo? Véte detras de Casio: no te detengas. (Se va Rodrigo.)
MONTANO.
¡Lástima que el moro otorgue tanta amistad y confianza á un hombre dominado por tan feo vicio! Convendrá hablar á Otelo.
YAGO.
No he de ser yo quien le hable, porque quiero muy de veras á Casio, y me alegraria de curarle. ¿Oyes el ruido? (Voces dentro.)
(Sale Casio persiguiendo á Rodrigo.)
CASIO.
¡Infame, perverso!
MONTANO.
¿Qué sucede, mi teniente?
CASIO.
¿Tú enseñarme á mí? ¡Mil palos le he de dar, á fe de quien soy!
RODRIGO.
¡Tú apalearme!
CASIO.
¿Y todavía te atreves á replicar?
MONTANO.
Manos quedas, señor teniente.
CASIO.
Déjame, ó te señalo en la cara.
MONTANO.
Estais beodo.