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O T E L O.

mosas olas quieren asaltar las nubes, y óomo arrojan su rugidora, ingente y líquida cabellera sobre la ardiente Osa, como queriendo apagar el brillo de las estrellas del polo inmóvil. Nunca he visto tal tormenta en el mar.

MONTANO.

Es seguro que la armada turca ha perecido, á menos que se haya refugiado en algun puerto ó ensenada. Imposible parece que resista á tan brava tempestad.

(Sale otro caballero.)
CABALLERO 3.°

Albricias, amigos mios. Acabó la guerra. La tormenta ha dispersado las naves turcas. Una de Venecia, que ahora llega, ha visto naufragar la mayor parte de los barcos, y á los restantes con graves averías.

MONTANO.

¿Dices verdad?

CABALLERO 3.°

Ahora acaba de entrar en el puerto la nave, que es Veronesa. De ella ha desembarcado Miguel Casio, teniente de Otelo, el esforzado moro, quien arribará de un momento á otro, y trae toda potestad del gobierno de Venecia.

MONTANO.

Mucho me complace la eleccion de tan buen gobernador.

CABALLERO 3.°

Pero Casio, aunque se alegra del descalabro de los turcos, está inquieto y hace mil votos por que llegue salvo el moro, á quien una tempestad separó de él.