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O T E L O.
RODRIGO.

¿Y qué he de hacer? Me avergüenzo de estar enamorado, pero ¿cómo remediarlo?

YAGO.

¿Pues no has de remediarlo? La voluntad es el hortelano de la vida, y puede criar en ella ortigas y cardos, ó hisopos y tomillo: una sola yerba ó muchas: enriquecer la tierra ó empobrecerla: tenerla de barbecho ó abonarla. Para eso es la prudencia, el seso y el libre albedrío. Si en la balanza de la humana naturaleza, el platillo de la razon no contrapesara al de los sentidos, nos llevaria el apetito á cometer mil aberraciones. Pero por dicha tenemos la luz de la mente que doma esa sensualidad, de la cual me parece que no es más que una rama lo que llamais amor.

RODRIGO.

No lo creo.

YAGO.

Hervor de sangre, y flaqueza de voluntad. Muéstrate hombre. No te ahogues en poca agua. Siempre he sido amigo tuyo, y estoy ligado á tí por invencible afecto. Ahora puedo servirte como nunca. Toma dinero: síguenos á la guerra, disfrazado y con barba postiza. Toma dinero. ¿Piensas tú que á Desdémona le ha de durar mucho su amor por el moro? Toma dinero. ¿Qué ha de durar? ¿No ves que el fin ha de ser tan violento como el principio? Toma dinero. Los moros son versátiles é inconstantes. Dinero, mucho dinero. Pronto le amargará el dulzor de ahora. Ella es joven y ha de cansarse de él, y caer en infidelidad y mudanza. Toma dinero. Y si te empeñas en irte al infierno, véte de un modo algo más dulce que ahogándote. Recoge todo el dinero que puedas. Tú la logra-