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OTELO.

¡Que digan cuantos tengan recto juicio si aqui no han intervenido malas artes y engaño del demonio, por virtud de brebajes ó de drogas que trastornan el seso, y encadenan el libre albedrío! Yo he de ponerlo todo en claro. Y entre tanto aquí te prendo y te acuso criminalmente como embaidor y hechicero, que pro- fesa ciencias malas y reprobadas. Prendedle, y si se re- siste , matadle.

OTELO.

Deteneos, amigos y adversarios. Yo sé cuál es mi obligacion cuando se trata de pelear. Ahora debo responder en juicio. Dime en dónde.

BRABANCIO.

Por de pronto irás un calabozo, hasta que la ley te llame á comparecer ante el tribunal.

OTELO.

¿Y crees que el Dux te lo agradecerá ? Mira : todos éstos han venido de su parte, llamándome á compa- recer ante él para un gran negocio de Estado.

BRABANCIO.

¿Llamarte el Dux á consejo? ¿Y a media noche? ¿Para qué? Prendedle: que el Dux y el Consejo han de sentir esta afrenta mia como propia suya. Porque si tales crímenes hubieran de quedar impunes, valdria mas que rigieran la República viles siervos ó paganos.